A LA VENTA MI ÚLTIMA NOVELA, LA CASONA DEL INDIANO
EN BREVE SALDRÁ PUBLICADO MI SEGUNDO POEMARIO TITULADO ESOS DÍAS AZULES

sábado, 22 de diciembre de 2012

Poesía: La ciudad muerta

Sabed que lo que escribo en esta carta
es tan verdad como que no hay tumba sin un muerto,
que no estoy loco, ni enfermo, que eso se descarta
porque lo que os voy a contar es cierto.

Hablo de una Ciudad Muerta y oculta
en el postrer valle tras el último desvío,
que aparece cuando el alma insepulta
divaga trémula en busca de un refugio frío.

No se encuentra en los comunes mapas intrincados,
ni la descubriréis a través del universo,
pero si recorréis los caminos ignorados
la hallaréis sin duda al final del último verso.

Mas, ¡incautos los que llegan allí!
Que no hay habitante que reciba al forastero
y una niebla, penetrante como un berbiquí,
atrapa con su manto gélido y traicionero.

¡No había nadie, ni nadie acudió a mi llamada!
Sólo respondían los sonidos del vacío.
Cada calle era abandono, tumba silenciada
que me oprimía con la pesadez del hastío.

Caminé por avenidas desiertas de vida,
bajo un cielo desmayado y plomizo,
hasta encontrarme una larga avenida
en la que se erigía un edificio rojizo.

Los ecos de mis pasos morían apagados
entre secas arboledas y mustios rosales.
Me faltaba el aliento, mis sentidos sesgados
por la creciente aprehensión a ignorados males.

Penetré por fin en la bermeja construcción,
recorrí sus intrincados pasillos
y llegué, tras mil recodos y una maldición,
hasta una enorme sala repleta de escarbillos.

Sentí el calor intenso que todo lo inundaba,
con temor vi el alto sitial ausente de dueño,
oí vago rumor de pasos que se acercaba
y recé porque todo fuera un sueño.

¡Mas no, no se cumplieron mis deseos!
¡La Bestia se presentó con su cuerpo escamoso!
Hui aterrorizado de sus siseos
que llamaban con aliento espantoso.

No sé cómo, pero en frenética huida
escapé de la ciudad demencial,
y volví a este orbe, donde mi vida
ya no es más que un obscuro leganal.

Porque todo me provoca miedo, hasta la sombra
de la sombra de mi tenebrosa necedad.
¡En el rostro de la feroz Bestia, no me asombra,
vi mi rostro cubierto de maldad!

Que esa funesta ciudad invadida de niebla
no es otra cosa que el alma de quien a ella va.

Poema que consiguió el primer premio en el VI Certamen de Poesía Saigón, Lucena, Córdoba, en 2011, y publicado en la revista "Saigón" número 18, primavera de 2012.
 
Francisco J. Segovia©Todos los derechos

1 comentario:

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Hoy quiero con mis versos desearte
que pases una alegre Navidad,
decirte que te estimo y regalarte
un beso como prueba de amistad.

Con el más sincero cariño:

Rafael H. Lizarazo.